¡Haz bailar a tu cerebro! (eBook)
192 Seiten
Gedisa Editorial (Verlag)
9788418193125 (ISBN)
Lucy Vincent (Gloucestershire, 1958). Doctora en neurobiología por la Universidad de Burdeos, fue investigadora del CNRS y consultora para la industria farmacéutica. En sus obras comparte los descubrimientos científicos recientes que relacionan cuerpo, cerebro y entorno. Entre sus libros destaca Comment devient-on amoureux? (¿Cómo nos enamoramos?), de próxima aparición en Gedisa. Ha trabajado durante diez años para Radio France produciendo y presentando programas de divulgación científica. Creadora de la página de recursos sobre los beneficios neurológicos del movimiento y la danza www.clickanddance.com.
Lucy Vincent (Gloucestershire, 1958). Doctora en neurobiología por la Universidad de Burdeos, fue investigadora del CNRS y consultora para la industria farmacéutica. En sus obras comparte los descubrimientos científicos recientes que relacionan cuerpo, cerebro y entorno. Entre sus libros destaca Comment devient-on amoureux? (¿Cómo nos enamoramos?), de próxima aparición en Gedisa. Ha trabajado durante diez años para Radio France produciendo y presentando programas de divulgación científica. Creadora de la página de recursos sobre los beneficios neurológicos del movimiento y la danza www.clickanddance.com.
Con frecuencia hablamos de las actividades deportivas como si éstas fueran intercambiables, pero éste no es el caso, ni mucho menos. Para hacer jogging o salir a correr, por ejemplo, se necesita un buen entrenamiento cardiovascular, pero a nadie se le ocurre preguntarse si va a olvidarse de los pasos necesarios. Lo mismo ocurre con el ciclista o el nadador, que pueden preocuparse por la estrategia de la carrera pero no por su expresión emocional. ¿Y el baile? Pues bien, el baile se distingue de los demás ejercicios porque convoca todo tipo de aptitudes, de hecho, hay pocos deportes que reúnan tantas: equilibrio, esfuerzo muscular de todo el cuerpo, coordinación, expresividad, interacciones con el compañero, respeto del ritmo... Cuando pensamos sobre ello, no hay ni una sola de las funciones corporales o cerebrales que el baile no convoque. Y para rematar con una guinda esta pirueta... a diferencia de muchas otras actividades, bailamos siempre por placer y no porque nos digamos que «vamos a sufrir pero que es por nuestro bien». Sin llegar hasta aseverar que el baile sea el único deporte que valga la pena, digamos que conlleva muchas ventajas específicas, empezando por el esfuerzo cognitivo que exige. En este primer capítulo, vamos a ver con más detalle cómo el esfuerzo corporal actúa directamente sobre nuestras neuronas cuando bailamos.
El baile como función superior del cerebro
¿Resulta tan sorprendente? Si pensamos en ello, vemos que todo lo que conocemos del mundo ha llegado a nuestro cerebro por medio de nuestros sentidos: hemos escuchado explicaciones, observado patrones, hemos percibido diferencias de temperatura o de presión, hemos respirado olores, probado diferentes platos... Y luego —y sólo luego— nuestro cerebro ha puesto en orden todas estas informaciones clasificándolas y asociándolas de manera que pudiese aprender estrategias para asegurar nuestra supervivencia y nuestra reproducción. A lo largo de la vida nos llegan informaciones nuevas de esta manera y vamos ajustando la organización de nuestra red neuronal para que podamos incorporar los nuevos datos. En nuestros aprendizajes el cuerpo juega un papel primordial. Es él quien hace frente al mundo exterior, quien lo experimenta, y es de una sensibilidad y una agudeza extraordinaria en el procesamiento de todas estas informaciones.
Quizás estéis convencidos, como mucho, de que la inteligencia vinculada a nuestro cuerpo sigue siendo irrisoria si la comparamos con aquella que nos suministra la lectura de un libro o al atender a un curso de filosofía. No es así. En realidad, ninguna lectura ni ninguna lección pueden aprovecharse si no es gracias a un cerebro que haya sido preparado para ello. De esta preparación se encarga el cuerpo gracias a su sistema sensorial y se enriquece a medida que vivimos nuevas experiencias, haciendo a nuestro cerebro cada vez más apto para manejar conceptos complejos e imaginarios. Así que, ¿mens sana in corpore sano? Digamos mejor: ¡mens intelligens in corpore movens!
El movimiento crea el cerebro
Primer asunto que merece nuestra reflexión: sólo los seres vivos que se mueven están dotados de un sistema nervioso central. Si la evolución ha «inventado» el cerebro es, en primer lugar, para gestionar los movimientos del cuerpo y la coordinación de los órganos. Hay animales relativamente evolucionados como las medusas o el erizo de mar que ni siquiera tienen cerebro, puesto que su supervivencia se puede garantizar con una serie de simples reflejos. Fue, precisamente, al evolucionar hacia un cuerpo complejo cuando se impuso la existencia de un cerebro. Visto así, se entiende que saber utilizar mejor nuestro cuerpo permita optimizar el funcionamiento de nuestro cerebro.
En el ser humano, sabemos que el establecimiento del cerebro se realiza bajo la influencia de contracciones musculares espontáneas en el feto. Estos micromovimientos estimulan la implantación de las redes nerviosas que empiezan a activarse, enviando a su vez estímulos hacia los músculos, para ir perfeccionando progresivamente el control motor.
Las conexiones dentro del cerebro o entre el cerebro y el cuerpo están relacionadas con la actividad de los músculos que, desde su aparición, empiezan a realizar movimientos sin utilidad aparente pero que, en realidad, proporcionan los estímulos eléctricos que permiten organizar los sistemas sensoriomotores cerebrales. Las neuronas, desarrolladas de esta manera, estimulan a su vez los músculos que las han creado. Este ir y volver de estímulos y respuestas afianzan los circuitos que producen los movimientos característicos que se pueden ver en los fetos y en el recién nacido. El movimiento y el cerebro están tan estrechamente relacionados que hasta se pueden diagnosticar lesiones cerebrales observando simplemente los movimientos del recién nacido o su postura en reposo. En los niños que presentan una parálisis cerebral se han podido identificar de esta manera anomalías posturales, la ausencia absoluta de ciertos movimientos característicos del repertorio de los recién nacidos y la coordinación de movimientos insólitos (Ferrari, Prechtl et al., 1997).
El desarrollo de nuestro cerebro depende, por lo tanto, de numerosas experimentaciones que los niños llevan a cabo de la manera más natural si se les deja libres para moverse como quieran: lo prueban todo, se lo llevan todo a la boca, todo lo tocan... ¡Todas sus tonterías aparentes no son más que inteligencia en potencia! Son comportamientos que les permiten incorporar a su cerebro las características del mundo para orientarse, nutrirse, calentarse, protegerse y, más tarde, para reproducirse mejor. Por suerte no hay fecha límite para este proceso, y aunque nos encontramos menos abocados a metérnoslo todo en la boca a los 25 años, seguimos integrando nuevas experiencias que renuevan nuestras redes cerebrales a lo largo de toda nuestra vida... A condición de que sigamos experimentando físicamente nuestro entorno.
Ahora bien, ¿los efectos del movimiento en el cerebro se limitan a la construcción de los circuitos que se encargan de la motricidad? Esta cuestión está en el epicentro de un área de investigación que llamamos embodiement (in-corporación o encarnación) y que intenta comprender cómo las partes del cuerpo de fuera del cerebro contribuyen a los procesos cognitivos y a las emociones. Históricamente hablando, se empezó a reflexionar sobre el funcionamiento de los efectos del movimiento sobre el cerebro cuando nos dimos cuenta de que el ejercicio físico era un antidepresivo «natural». Como en esa época (los años setenta) se acababan de descubrir las endorfinas y su efecto euforizante, fue fácil demostrar que, efectivamente, el ejercicio libera muchas endorfinas. Entonces se encontró una explicación bien simple: el ejercicio se encarga de la liberación de endorfinas, que tienen un efecto euforizante y, por lo tanto, antidepresivo. Salvo que las endorfinas no nos proporcionaban la explicación concreta de este estado de mayor bienestar dado que estos neurotransmisores también se incrementan en el caso de dolor (para que sea soportable)... El hecho es que el descubrimiento de este efecto antidepresivo abrió el camino a numerosas investigaciones que profundizaban sobre los otros efectos del ejercicio físico.
La noción de ejercicio se entendió durante mucho tiempo, también por parte de los investigadores, como una actividad intensa que conllevaba un consumo importante de energía y cuya eficiencia se medía cuantitativamente (frecuencia cardíaca o volumen respiratorio), contabilizándose el esfuerzo en calorías quemadas. Vamos a ver que el interés de la actividad física para el cerebro no tiene sentido únicamente por los atracones de endorfinas que nos procura o por la mejor oxigenación que conlleva... ¡la verdad es que mover el cuerpo también nos vuelve más inteligentes!
El cerebelo o cómo el movimiento crea la inteligencia
Sabemos desde hace mucho tiempo que el cerebelo juega un papel esencial en la coordinación de movimientos. Sin duda alguna, juzgamos a priori como menos «noble» y menos digno de nuestro interés al cerebelo, que se ocupa de los movimientos, porque estamos obnubilados por el poderío de la corteza cerebral humana, reina del pensamiento. Pero en realidad la expansión del cerebelo humano en comparación con la de los demás primates ejercicio fsu existencia superv el cuerpo nos hace tambi/ofrece o por la mejor oxigenacifue fel ejercicio fsu existencia superves todavía más importante que la de la corteza cerebral. El número de células que contiene —¡69.000 millones!— supera de lejos la cantidad que encontramos en el resto del cerebro y, a fortiori, solamente en la corteza —16.000 millones— (Lent, Azevedo et al., 2002). En pocas palabras, se trata de un órgano un poco misterioso con funciones aún inexploradas, pero no por mucho tiempo...
Antes de adentrarnos en la exploración del papel del cerebelo en la inteligencia, volvamos a su función bien conocida en la programación de los movimientos. Todos los que alguna vez han aprendido a conducir se acuerdan de la primera vez que tomaron el volante entre sus manos: pánico total por controlarlo todo al mismo tiempo. ¿Cómo girar el volante cambiando de marcha + siguiendo la carretera + sin perder de vista a los peatones? Nos pitan por todos lados porque es imposible que avancemos tan rápido como los conductores con experiencia. Y sin embargo, en el plazo de unos pocos meses, todos esos gestos necesarios para llevar tranquilamente el coche de un punto A a otro punto B se vuelven...
| Erscheint lt. Verlag | 1.2.2021 |
|---|---|
| Verlagsort | Barcelona |
| Sprache | spanisch |
| Themenwelt | Geisteswissenschaften ► Psychologie ► Allgemeines / Lexika |
| Medizin / Pharmazie ► Medizinische Fachgebiete | |
| Schlagworte | baile • Bienestar • divulgación científica • neurobiología • Psicología • salud • terapias de movimiento |
| ISBN-13 | 9788418193125 / 9788418193125 |
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