El arte de la memoria (eBook)
480 Seiten
Capitan Swing Libros SL (Verlag)
9788412953084 (ISBN)
1899-1981) Fue una historiadora inglesa especialista en ciertos aspectos esotéricos y ocultos de la época renacentista. Fue profesora del prestigioso Instituto Warburg en la Universidad de Londres. Yates escribió extensamente sobre las filosofías ocultas o neoplatónicas del Renacimiento, que se le atribuye haber hecho más accesibles. El historiador de la religión Henrik Bogdan afirmó que el trabajo de Yates fue 'fundamental para cambiar la actitud de los historiadores de la ciencia y la filosofía hacia el esoterismo'.
En este estudio clásico de cómo la gente aprendió a retener vastos acervos de conocimiento antes de poder imprimirlo y guardarlo, Frances A. Yates rastrea el arte de la memoria desde su tratamiento por parte de los oradores griegos, pasando por sus transformaciones góticas en la Edad Media, hasta las formas ocultas que adoptó en el Renacimiento y, finalmente, hasta su uso en el siglo XVII.Frances Yates arroja luz sobre la Divina Comedia de Dante, la forma del teatro shakesperiano y la historia de la arquitectura antigua; ''El Arte de la Memoria'' es una contribución invaluable a la estética y la psicología, y a la historia de la filosofía, la ciencia y la literatura.Este libro, el primero en relacionar el arte de la memoria con la historia de la cultura en su conjunto, fue revolucionario cuando apareció por primera vez y continúa fascinando a los lectores con sus ideas lúcidas y reveladoras.
Prólogo
El afán de preservar lo aprendido, lo vivido y lo sentido ha sido y es una constante en la vida de toda criatura humana. Desde la emergencia de la autoconciencia en el Homo sapiens, esforzarse por retener para transmitir a otros lo aprendido ha sido un privilegio exclusivo de los humanos. Hasta la invención de la escritura, que fue tardía en su aparición, esa transmisión fue posible mediante la palabra hablada en forma de cuentos e historias. Sin escritura, sin libros, sin lectores, la preservación y transmisión del pasado fueron hijas necesarias de la memoria. Es muy probable que la idea ancestral de que el hombre es de naturaleza olvidadiza esté en el origen del respeto y veneración que desde la Antigüedad más remota se profesó a las personas de memoria prodigiosa. Según el relato del sofista griego Filóstrato de Atenas, el filósofo neopitagórico Apolonio de Tiana (conocido siglos después como el «Jesús pagano»), en su viaje a la India, escuchó de un brahmán estas palabras: «Percibo que tienes una excelente memoria, Apolonio, y esa es la diosa que nosotros adoramos especialmente».[1]
En la Grecia y Roma clásicas, la memoria se consideró prueba de la inmortalidad y origen divino del alma, un don misterioso, un regalo de los dioses que algunos elegidos supieron perfeccionar y mejorar hasta límites asombrosos. La buena memoria era un rasgo de sabiduría. Los grandes filósofos, poetas y oradores asombraban con sus prédicas, poemas y discursos de refinada e impecable oratoria —el arte de hablar con elocuencia— que salían de sus bocas limpiamente y sin titubeos gracias a sus cultivadas memorias. La evidencia empírica de que la memoria natural —«la que aparece de manera innata en nuestras mentes y nace al mismo tiempo que el pensamiento»—[2] podía mejorarse mediante el adiestramiento abriría las puertas de la gloria al arte de la memoria o «memoria artificial»: un conjunto de reglas y preceptos para la mejora y el perfeccionamiento de la memoria que los antiguos griegos supieron sistematizar con arreglo a un método. Una historia (apócrifa, quizá) atribuye los orígenes fundacionales del arte de la memoria al poeta lírico griego Simónides de Ceos (556-468 a.C.). Según la leyenda —recogida por Cicerón en su obra De oratore—, un campeón de boxeo organizó un banquete para celebrar sus victorias y encargó a Simónides una oda que ensalzase su figura. Tras el canto de alabanza, el poeta sale a la calle para encontrarse con unos desconocidos que han solicitado verle. Durante su ausencia, la techumbre del salón se derrumba y aplasta mortalmente a todos los asistentes. El impacto de los escombros ha sido tan brutal que los invitados han quedado reducidos a restos humanos imposibles de identificar. Pero Simónides, como buen poeta, posee una excelente memoria que le va a permitir construir una imagen mental del salón y del lugar exacto que ocupaba cada uno de los comensales, y, recorriendo ese escenario mental con el ojo de su mente, ayudará a los parientes a identificar y recuperar los restos mortales de sus allegados. La historia de este episodio consagró a Simónides como el fundador o inventor de la mnemotecnia o arte de la memoria, cuyo principio fundamental para garantizar el recuerdo es el orden, esto es, la codificación de los objetos en imágenes visuales ordenadas espacialmente.
Este arte clásico de la memoria, también conocido como «el método de lugares e imágenes» o simplemente como «el método de los loci», adquirió importancia en la Grecia clásica, aunque donde el ars memoriae alcanzó su mayor esplendor fue, sin duda alguna, en la Roma clásica, con la inclusión de la memoria como parte de la Retórica. Será en la antigua Roma donde se impondrá la máxima de que para llegar a ser un buen orador hay que perfeccionar la memoria («el arte de retener lo que se debe decir y no olvidarlo», según Quintiliano) y así estar capacitado para ofrecer largos discursos con indefectible precisión. De hecho, las fuentes clásicas del viejo arte de la memoria son tres obras latinas: el tratado de autor desconocido atribuido erróneamente a Cicerón, Rhetorica ad Herennium, el De oratore de Cicerón y la Institutio oratoria de Quintiliano. Como advierte Frances A. Yates,[3] sería el Ad Herennium, el tratado de retórica más antiguo conocido, el que actuaría de transmisor del ars memoriae a la Edad Media e influiría decisivamente en todos los tratados sobre el arte de la memoria del Renacimiento y la Edad Moderna.
El arte de la memoria pronto se convirtió en el método de memoria de los oradores, cuyos poderes memorísticos se elevaron hasta cimas inimaginables. En pocas palabras, el arte de la memoria clásico es un «arte espacial» que exige, en primer lugar, elegir una serie fija de «lugares» (loci) que resulten conocidos, como la propia casa y sus diferentes estancias; a continuación, deben transformarse las palabras en imágenes visuales (imagines) que se irán colocando ordenadamente en cada uno de esos lugares y, por último, en el momento del discurso, se irán recorriendo mentalmente tales lugares y recordando, gracias a las imágenes, las palabras del discurso. Resulta oportuno señalar que la ciencia actual de la memoria demostró experimentalmente hace décadas el papel facilitador de las imágenes en el proceso de recordar,[4] para concluir con posterioridad que las imágenes visuales son condición sine qua non en la construcción de todo recuerdo.[5]
Una excelente demostración moderna de cómo funciona «el método de los loci» la encontramos en el estudio llevado a cabo durante años por el psicólogo soviético Alexander R. Luria con el periodista y posteriormente mnemonista profesional Solomon V. Shereshevsky (abreviadamente referido como S), «un hombre —en palabras de Luria— cuya prodigiosa memoria figura entre las más potentes jamás descritas». Una de las tareas que Luria utilizaba con S para probar su excepcional memoria consistía en leerle largas listas de palabras que S debía recordar tras periodos muy variables de tiempo, desde minutos hasta horas, días, semanas o años. En el siguiente extracto, Luria describe el método que S utilizaba para no olvidar ninguna palabra:
Cuando a S se le leía una lista de palabras, cada una de ellas originaba una imagen visual. Cuando la lista era muy larga, S se veía obligado a «distribuir» esas imágenes en cierto orden. Casi siempre —y ese procedimiento lo utilizó durante toda su vida— «colocaba» o «distribuía» esas imágenes a lo largo de algún camino. A veces era una calle de su ciudad natal o el patio de su casa, que había quedado vivamente impreso en su memoria desde los días de su niñez. En otras ocasiones se trataba de alguna calle de Moscú que él solía recorrer con frecuencia. Elegía a menudo la calle Gorki, empezando por la plaza Maiakovsky. Avanzaba despacio calle abajo y «colocaba» las imágenes junto a las casas, los portales y los escaparates de las tiendas; a veces, sin darse cuenta, él mismo se veía caminando por su entrañable Torzhok natal y finalizaba su recorrido junto a la casa donde había vivido siendo niño.
Con este método, en el que Shereshevsky parece seguir ad pedem litterae las instrucciones contenidas en Rhetorica ad Herennium, este hombre era capaz de recordar la lista completa de palabras empezando por el principio, por el final o por cualquier punto de la lista. En palabras de Luria: «Le bastaba comenzar su paseo desde el principio o desde el final de la calle o bien hallar la imagen del objeto citado y a continuación “mirar” lo que tenía a un lado y al otro».[6]
La historia de la cultura universal o, más concretamente, las narraciones sobre la conformación y evolución del pensamiento, los relatos sobre las influencias determinantes de las religiones, de la filosofía y la psicología, de la literatura y el arte y de la ciencia y, en definitiva, sobre la concepción humana del mundo han orillado o ignorado sistemáticamente la poderosa influencia que «el arte de la memoria artificial» y sus variadas y complejas formas han tenido en los cambios, transformaciones y revoluciones filosóficas y científicas que desde la Antigüedad hasta la Edad Contemporánea ha experimentado la cultura occidental. Porque la realidad histórica mayoritariamente ignorada por doctos y profanos es que el ars memoriae, en su imparable travesía desde la Antigüedad a la Edad Media y de esta al Renacimiento, durante la que experimentó hondas transformaciones, llegó a convertirse en un generador de ideas asombrosas, programas y sistemas universales (per locos et imagines) cada vez más ambiciosos y complejos mediante los que compendiar y organizar el saber humano en representaciones analógicas (ruedas giratorias, esferas, teatros…) que facilitaran su acceso y, en última instancia, abrieran las puertas a la verdad eterna.
La exposición detallada y profusamente documentada de esa historia singular y apasionante del viejo ars memoriae y de cómo sus diferentes transformaciones, interpretaciones y aplicaciones fueron modelando la cultura europea desde la Alta Edad Media hasta el siglo xviii, pasando por el Renacimiento, donde alcanzaría su máximo esplendor, nos la ofrece con admirable precisión la historiadora...
| Erscheint lt. Verlag | 28.4.2025 |
|---|---|
| Übersetzer | Ignacio Gomez de Liano |
| Sprache | spanisch |
| Themenwelt | Geisteswissenschaften ► Philosophie ► Allgemeines / Lexika |
| Geisteswissenschaften ► Philosophie ► Erkenntnistheorie / Wissenschaftstheorie | |
| Geisteswissenschaften ► Psychologie ► Allgemeine Psychologie | |
| Geisteswissenschaften ► Psychologie ► Verhaltenstherapie | |
| Schlagworte | Filosofía • Memoria • Psicología • renacimiento |
| ISBN-13 | 9788412953084 / 9788412953084 |
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