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Primer viaje alrededor del mundo (eBook)

eBook Download: EPUB
2010 | 1. Auflage
102 Seiten
Linkgua (Verlag)
978-84-9897-592-5 (ISBN)

Lese- und Medienproben

Primer viaje alrededor del mundo -  Antonio Pigafetta
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Primer viaje alrededor del mundo es la fuente principal de información sobre el viaje alrededor de la tierra de Fernando de Magallanes, y el primer documento disponible en Europa acerca del idioma filipino. Antonio Pigafetta fue un marinero y cronista italiano que acompañó de Magallanes en su aventura. Fue uno de los dieciocho hombres que sobrevivieron al viaje, de entre unos 260 de la tripulación inicial. Pertenecía a una rica familia de Vicenza; y desde su juventud estudió astronomía, geografía y cartografía. Sirvió además a bordo de las galeras de la orden de Rodas, a principios del siglo XVI, y hacia 1519 acompañó al nuncio papal, Chieregati, a España, donde conoció al emperador Carlos I. En Sevilla supo del viaje de Magallanes, y tras financiar su pasaje lo admitieron en la expedición. Zarparon el 10 de agosto de 1519. Pese a sus iniciales discrepancias con Magallanes, ganó su confianza y le sirvió como lingüista y cartógrafo. Durante el viaje, Pigafetta compiló numerosos datos sobre - la geografía, - el clima, - la flora, - la fauna - y los habitantes de los lugares recorridos.En el combate en que Magallanes perdió la vida, Pigafetta también recibió graves heridas. Sin embargo, logró curarse y regresó a España bajo el mando de Juan Sebastián Elcano a bordo de la Victoria. Antonio Pigafetta, y el resto de los dieciocho sobrevivientres, llegó a Sanlúcar de Barrameda (Cádiz) en septiembre de 1522, tres años después de zarpar. Pigafetta murió en Vicenza en 1534. Su experiencia quedó en este Primer viaje alrededor del mundo, publicado en Venecia en 1536.

Antonio Pigafetta fue un marinero y cronista italiano que acompañó a Fernando de Magallanes en su viaje alrededor de la Tierra. Fue uno de los dieciocho hombres, de entre unos 260 en la tripulación inicial, que sobrevivieron al viaje. Pertenecía a una rica familia de Vicenza; y desde su juventud estudió astronomía, geografía y cartografía. Sirvió además a bordo de las galeras de la orden de Rodas a principios del siglo XVI y hacia 1519 acompañó al nuncio papal, Chieregati, a España, donde conoció al emperador Carlos I. En Sevilla supo del viaje de Magallanes, y tras financiar su pasaje fue admitido en la expedición. Pese a sus iniciales discrepancias con Magallanes, ganó su confianza y le sirvió como lingüista y cartógrafo. Durante el viaje, Pigafetta compiló numerosos datos sobre la geografía, el clima, la flora, la fauna y los habitantes de los lugares recorridos.   En el combate en que Magallanes perdió la vida, Pigafetta también fue herido. Sin embargo, logró curarse y regresó a España bajo el mando de Juan Sebastián Elcano a bordo de la Victoria. Llegaron a Sanlúcar de Barrameda (Cádiz) en septiembre de 1522, tres años después de zarpar. Sus experiencias fueron compiladas en este libro, publicado en Venecia en 1536.    Pigafetta murió en Vicenza en 1534.

Antonio Pigafetta fue un marinero y cronista italiano que acompañó a Fernando de Magallanes en su viaje alrededor de la Tierra. Fue uno de los dieciocho hombres, de entre unos 260 en la tripulación inicial, que sobrevivieron al viaje. Pertenecía a una rica familia de Vicenza; y desde su juventud estudió astronomía, geografía y cartografía. Sirvió además a bordo de las galeras de la orden de Rodas a principios del siglo XVI y hacia 1519 acompañó al nuncio papal, Chieregati, a España, donde conoció al emperador Carlos I. En Sevilla supo del viaje de Magallanes, y tras financiar su pasaje fue admitido en la expedición. Pese a sus iniciales discrepancias con Magallanes, ganó su confianza y le sirvió como lingüista y cartógrafo. Durante el viaje, Pigafetta compiló numerosos datos sobre la geografía, el clima, la flora, la fauna y los habitantes de los lugares recorridos.   En el combate en que Magallanes perdió la vida, Pigafetta también fue herido. Sin embargo, logró curarse y regresó a España bajo el mando de Juan Sebastián Elcano a bordo de la Victoria. Llegaron a Sanlúcar de Barrameda (Cádiz) en septiembre de 1522, tres años después de zarpar. Sus experiencias fueron compiladas en este libro, publicado en Venecia en 1536.    Pigafetta murió en Vicenza en 1534.

II


Comí carne en Viernes Santo, pero ¿qué iba a hacer?. Antes de la hora de la cena entregué al rey muchas cosas que había traído y escribí bastantes palabras de su lengua. Cuando el rey y los otros me vieron escribir y después repetía, leyéndolas sus palabras, quedaron atónitos. Con lo que llegó el momento de cenar. Trajeron dos platos grandes de porcelana, el uno lleno de arroz y el otro de carne de cerdo con su pringue. Cenamos entre las mismas demostraciones gesticulantes; luego fuimos al palacio real, que adoptaba la forma de una pirámide de heno y estaba recubierto completamente con hojas de higuera y de palmas. Fue edificado sobre gruesas estacas que lo distanciaban de la tierra, así que había que subir unos peldaños para entrar. Hizo que nos sentásemos sobre una esterilla de mimbres, manteniendo cruzadas las piernas como los sastres. A la media hora, trajeron un plato de pescado asado con jengibre a pedacitos alrededor, y vino.

El hijo mayor del rey, que era el príncipe, apareció donde estábamos, el rey le dijo que se sentara junto a nosotros y lo hizo así. Sirvieron otros dos platos: uno de pescado en su salsa y el otro de arroz, sin más fin que el de que comiéramos también con el príncipe. Mi compañero, tras tanta comida y bebida, llegó a embriagarse. Alúmbranse con unas lámparas cuyo combustible es resina de árbol a la que llaman ánima, envuelta en hojas de palma y de higuera.

Dionos a entender el rey que quería marcharse a dormir; dejonos con el príncipe, en cuya compañía descansamos sobre las esteras de mimbre y cojines de hojarasca. Llegado el día, volvió el rey y me tomó de la mano de nuevo, fuimos así hasta donde habíamos cenado, para desayunar, pero ya una lancha acercábase por nosotros. Antes de partir, el rey nos besó con alegría la mano y ambos la suya; un su hermano nos acompañaba con tres hombres. Era rey de otra isla. El capitán general lo retuvo a almorzar a bordo, colmándole de obsequios.

En la isla de aquel rey que conduje a la nao, encuéntranse pepitas de oro grandes como nueces y aun huevos, sólo con cribar la tierra. Todas las vasijas de ese rey son de oro e incluso alguna parte de su casa. Así nos lo refirió él mismo. Por su esmero en el vestir y cuidado, resultaba el más hermoso de los hombres que viésemos entre estos pueblos. Sus cabellos negrísimos le alcanzaban a media espalda, bajo turbante de seda: pendían de sus orejas dos aros inmensos de oro. Unos pantalones de paño, bombachos, enteramente recamados de seda, cubríanle de cintura a rodilla. Al costado, una daga con descomunal empuñadura —de oro también—, y su funda de madera tallada; en cada diente ostentaba, por fin, tres manchas de oro, que parecía que en él estuvieran engastadas. Olía a los perfumes de estoraque y de benjuí; era oliváceo bajo su mucha pintura. Su isla se llama Butuan y Calagan. Cuando estos reyes quieren encontrarse, reúnense los dos para cazar en la isla ante la que nos hallábamos. El primer rey se llama Colambu; el segundo, rajá Siain.

El domingo, último día de marzo y Pascua, envió muy de mañana a tierra el capitán general al sacerdote, con alguna escolta, para que preparasen dónde decir misa y al intérprete para advertir que no íbamos a bajar para comer con ellos, sino para oírla. Aunque sin más, el rey envionos dos cerdos muertos. Cuando llegó la hora de la ceremonia, desembarcamos alrededor de cincuenta hombres, sin las corazas pero armados y con la mejor ropa que pudimos. Antes de llegar a la playa, disparáronse seis bombardazos en señal de fiesta. Cuando pisamos tierra firme, ambos reyes se abrazaron a nuestro capitán general, situándole después entre ellos y en tal orden acudieron al lugar consagrado, no muy lejos de la orilla. Antes que el Sacrificio comenzase, el capitán roció todo el cuerpo de los reyes con agua perfumada. Ofrecimos las limosnas; acercáronse los reyes, como nosotros, a besar la Cruz, aunque sin ofertorio.

Al elevar el cuerpo de Nuestro Señor, permanecieron de rodillas y lo adoraban con las manos juntas. Las carabelas dispararon toda su artillería a un tiempo al alzarse el cuerpo de Cristo, dándole la señal de la tierra con arcabuzazos. Terminada la misa, algunos de los nuestros comulgaron. El capitán general ordenó empezar un baile con las espadas, en lo que tuvieron los reyes gran placer; hizo que trajesen más tarde un crucifijo con los clavos y la corona, al cual prestó reverencia al punto. Explicoles por el intérprete que no era otro el estandarte que le diera el emperador, su amo, para que, por doquiera que estuviese, dejase aquella señal suya y que él quería plantarla allí hasta en beneficio de ellos. Para que, si se aproximaran naves de las nuestras, supiesen por la cruz que nosotros habíamos estado allá antes y no causaran estrago ni en ellos ni en sus cosas. Que, si apresaban a alguno de los suyos, sólo con mostrarles aquella señal lo dejarían libre. Y que convenía, en resumen, plantar la cruz aquella sobre la cima del monte más alto que hubiera allí, para que al verla cada mañana, la adorasen; que era el modo de que ni truenos, ni rayos, ni tempestades, les perjudicaran en cosa alguna.

Se lo agradecieron mucho, asegurando que harían todo aquello de buen talante. Aún les instó a manifestar si eran moros o gentiles o en quién creyeran; y contestaron que no adoraban a nadie, reduciéndose a levantar las manos juntas y la cara, al cielo y que a su dios le llamaban «Abba», cuyas manifestaciones llenaron al capitán de alegría. Viéndolo, el primer rey alzó al cielo las manos y dijo que desearía, si fuese posible, darle pruebas de su amor hacia él. Repuso el intérprete que por qué motivo disponían allá de tan pocos alimentos. Contestó que no habitaba en aquel lugar sino cuando venía de caza y para ver a su hermano; sino que moraba usualmente en otra isla con los suyos.

Instósele a que, si tenía enemigos, declaráselo, pues en tal contingencia, acercarían las naves a destruirlos y les obligarían a obedecerle. Lo agradeció, manifestando que tenía a dos islas enemigas, sí, pero que no era ocasión de atacarlas. El capitán dijo aún que, si Dios determinaba que en otro periplo arribase por estas tierras, conduciría a tantas gentes, que habría de dejárselas por completo sometidas (a Colambu). Que era ya hora de ir a almorzar y que volverían luego para que se pusiera la Cruz sobre el monte. Insistieron en que les placía. Tras hacer desfilar en parada al batallón y la descarga de sus mosquetes, abrazose de nuevo el capitán con los dos reyes y tomamos licencia.

Tras el almuerzo, volvimos allá sin armas y, poco menos que presididos por los dos reyes, escalamos la cima más alta que hallarse pudo. Al pisarla, no olvidó el capitán general decirles lo por bien empleados que daba sus sudores, derivado del afecto que les tenía; pues, teniendo allí la Cruz, sólo habrían ya de conocer ayudas. Y preguntoles qué puerto era mejor para avituallarse. Dijeron que había tres: Ceylon, Zubu y Calaghan; pero que Zubu era el más grande y de mejor tráfico. Y se ofrecieron a prestarnos pilotos para enseñar el rumbo.

El capitán general dio las gracias y decidió ir donde le dijeron, porque así lo marcaba su triste suerte. Ahincada la Cruz, rezamos cada uno un padrenuestro y un avemaría, adorándola; e igual los reyes. Bajamos después por sus campos sembrados, hasta donde el balangai. Ordenaron los reyes traer algunos cocos para refrescar nuestras gargantas. Pidioles, en fin, el capitán los ofrecidos pilotos, pues quería zarpar con la nueva aurora, que los trataría como a sí mismo y dejando, además, en hospedaje uno de los nuestros. La respuesta fue que, en cualquier momento que los deseara, estaba a sus órdenes. Mas, con la noche, el rey primero mudó de parecer. Estábamos ya de mañana prontos a partir, cuando le envió al capitán general el recado de que por amor suyo, aguardase dos días hasta que recogiese el arroz y las demás cosechas; rogándole le prestara también algunos hombres de ayuda, pues así despachaban más rápido y él mismo quería convertirse en nuestro piloto.

Mandole algunos hombres el capitán, pero tanto comieron y bebieron los reyes, que el sueño los postró todo el día. Hubo quien, para excusarlos, dijo que se habían encontrado mal. Aquel primer día, los nuestros no hicieron nada; pero los dos siguientes sí trabajaron. Uno de aquellos indígenas trajo una escudilla con arroz, más ocho o diez higos —todo atado— y pretendía el trueque por un cuchillo de los que valen tres cuatrines, lo menos. Comprendiendo el capitán hasta qué punto le interesaba el cuchillo a aquél, le llamó para disuadirle. Echó mano a la escarcela y quiso darle por su arroz un real: negose. Le mostró un ducado: tampoco. Al final, se avenía a darle un doblón de dos ducados. Nada le importaba, salvo un cuchillo y así, logró que se lo dieran. Habiendo desembarcado otro de los nuestros, por la provisión de agua, uno de la isla también quiso entregarle una corona de oro macizo, bujada, tremenda de tamaño, a cambiar por seis sartas con cuentas de vidrio; pero el capitán se opuso a la operación, para que prevaleciera su principio de que tasábamos en más nuestras baratijas que su oro.

Estos pueblos son paganos; andan pintados y desnudos con sólo un jirón de tejido vegetal tapándoles las vergüenzas; son desenfrenados bebedores. Sus mujeres cúbrense de la cintura para abajo, también con telas arbóreas y les llegan hasta el suelo los cabellos negrísimos; llevan taladradas las orejas y llenas de oro. Mastican sin cesar una fruta llamada areca, que recuerda a los peros en la forma: La parten en cuatro trozos, envolviéndolos después en las hojas de su tronco, llamado betre...

Erscheint lt. Verlag 31.8.2010
Reihe/Serie Historia-Viajes
Übersetzer Neslé Soulé
Verlagsort Barcelona
Sprache spanisch
Themenwelt Literatur Biografien / Erfahrungsberichte
Literatur Romane / Erzählungen
Sachbuch/Ratgeber Freizeit / Hobby Sammeln / Sammlerkataloge
Sachbuch/Ratgeber Gesundheit / Leben / Psychologie Esoterik / Spiritualität
Reisen Globen
Reisen Reiseführer Südamerika
Kinder- / Jugendbuch
Schlagworte Historia-Viajes • Italia • linkgua • Magallanes • primera vuelta al mundo • primer documento filipino • siglo XVI • vuelta al mundo
ISBN-10 84-9897-592-1 / 8498975921
ISBN-13 978-84-9897-592-5 / 9788498975925
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