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Los confines de la razón -  Miquel Seguró

Los confines de la razón (eBook)

Analogía y metafísica trascendental
eBook Download: EPUB
2016 | 1. Auflage
198 Seiten
Herder Editorial (Verlag)
978-84-254-3971-1 (ISBN)
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¿Tiene sentido todavía hoy día plantearse la cuestión de la analogía? ¿No se trata de algo ya superado y, por lo tanto, irrelevante para las preocupaciones contemporáneas de la filosofía? Aunque pueda parecer que nos remite a un artilugio conceptual alejado de las preoucupaciones actuales que solamente tiene sentido en un determinado marco, la analogía está presente -explícita e implícitamente- en toda la historia de la filosofía. Puede decirse que constituye el eje metódico del pensar metafísico, y, como Miquel Seguró nos muestra, dado que todo meditar humano deber habérselas tarde o temprano con la cuestión propiamente metafísica si de veras aspira a pensar el misterio de lo real, es necesario plantear la cuestión de un modo significativo y relevante para el hombre contemporáneo.

Miquel Seguró (1979) es doctor en Filosofía por la Universitat Ramon Llull (Barcelona) y licenciado en Humanidades por la Universitat Pompeu Fabra (Barcelona). Ha realizado estancias de investigación en la Università La Sapienza (Roma), la P. Università Gregoriana (Roma) y la Albert-Ludwigs-Universität (Friburgo de Brisgovia). En la actualidad es investigador y profesor de la Cátedra Ethos de la Universitat Ramon Llull. Su principal campo de investigación es la historia de la filosofía contemporánea, especialmente en lo que se refiere a cuestiones de fundamentación metafísica y su irradiación en la ética y la estética.

Miquel Seguró (1979) es doctor en Filosofía por la Universitat Ramon Llull (Barcelona) y licenciado en Humanidades por la Universitat Pompeu Fabra (Barcelona). Ha realizado estancias de investigación en la Università La Sapienza (Roma), la P. Università Gregoriana (Roma) y la Albert-Ludwigs-Universität (Friburgo de Brisgovia). En la actualidad es investigador y profesor de la Cátedra Ethos de la Universitat Ramon Llull. Su principal campo de investigación es la historia de la filosofía contemporánea, especialmente en lo que se refiere a cuestiones de fundamentación metafísica y su irradiación en la ética y la estética.

 

INTRODUCCIÓN

¿Tiene sentido todavía hoy día plantearse la cuestión de la analogía? ¿No se trata de algo ya superado y, por lo tanto, de una cuestión irrelevante para las preocupaciones contemporáneas de la filosofía? ¿No responde a una visión de la filosofía demasiado estrecha y relacionada con un afán más teológico que propiamente filosófico? ¿Y no se querría con su estudio restaurar un pensamiento de «escuela» de dudosa viabilidad?

Aunque pueda parecer que la problemática de la analogía remite a un artilugio conceptual alejado de las preocupaciones actuales que solamente tiene sentido en un determinado marco, lo cierto es que su cuestionamiento recorre explícita e implícitamente toda la historia de la filosofía. Más allá del dudoso éxito que tendría una nueva restauración de un modo de pensamiento escolástico, más preocupado por no desviarse del contexto doctrinal que lo acompaña que de plantear cuestiones afines a las preocupaciones contemporáneas, puede decirse que la analogía constituye el eje metódico del pensar metafísico1, pues no tiene otro objetivo que pensar la unidad de lo dado a partir de su plural manifestación.

El vocablo «analogía» está compuesto por las partículas ana, «reiteración-comparación», y logos, «palabra, razón»; así, «analogía» significa comparación o relación entre varias razones o conceptos que no son ni puramente unívocos (es decir, idénticos en cuanto a lo que significan) ni totalmente equívocos (completamente distintos). En un principio la analogía se empleó para dirimir cuestiones semánticas (Aristóteles), pero posteriormente vino a expresar una relación ontológica gradual (neoplatonismo). En ambos casos el punto de arranque se halla en la constatación de que las diferencias existentes entre las particularidades no pueden ser absolutas, pues de lo contrario no podría llevarse comparación alguna, aunque según se incida en la com-unidad o en la des-unidad de lo comparado se optará por uno u otro modelo de analogía.

A partir de la filosofía tardo-medieval quedaron establecidas dos grandes tendencias. En primer lugar hablamos de analogía de atribución (neoplatónica) cuando en la relación dada entre dos términos comparados entre sí, una particularidad con otra, la forma significada se encuentra plenamente en uno de los sujetos a los que se aplica el nombre —el primer analogado—, quedando los otros —analogados segundos— relacionados con ese primero «según medida» («más», «menos»), estableciéndose así una relación de prioridad y posterioridad de lo atribuido. Si la razón analogada en los participados es una forma graduada pero propia, hablamos de analogía de atribución intrínseca (la belleza finita, pero real, de la criatura remite a la Belleza absoluta, infinita, del Creador), mientras que si se encuentra propiamente en el primer analogado y en los derivados por denominación, entonces es extrínseca (la medicina es «saludable» en la medida en que colabora a la «salud» del hombre).

El otro modelo es de la analogía de proporcionalidad (aristotélica), que se define como una proporción de proporciones (1/2, 2/4, 4/8... 16/32) y que también puede darse de dos modos diferentes: la proporcionalidad propia, que es la semejanza real entre dos o más relaciones o proporciones (la relación de conocimiento que hay entre los sentidos y los objetos sensibles es semejante a la que hay entre el entendimiento y los objetos inteligibles); y la proporcionalidad metafórica, que se da cuando la razón análoga significada se realiza de manera propia en una de las relaciones mientras que en las otras lo hace metafóricamente (el vocablo «visión» designa, de manera propia, la relación que hay entre el sentido de la vista y el objeto propio de dicho sentido, pero se aplica de manera metafórica para designar la relación que hay entre el entendimiento y algún objeto para referirse a la realidad).

Grosso modo podemos decir que en la analogía de atribución se incide más en el aspecto de comunión entre los analogados (históricamente el suarismo se ha decantado por este modelo apoyándose en algunos aspectos de la concepción de Tomás de Aquino), mientras que la de proporcionalidad da más relevancia a la semejanza proporcional que existe entre las proporciones particulares (esta fue la analogía defendida por Tomás de Vio, el cardenal Cayetano, destacando para el caso otros aspectos de la obra del Aquinate).

Si bien los medievales se preocuparon por la analogía cuando trataban de dilucidar el alcance de los «nombres de Dios» que el hombre podía balbucear, es fácil encontrar textos de fundamentación metafísica contemporáneos en los que se incide en que su acometido tiene dos vertientes (sin duda afianzados en la división de la «tarea» metafísica concretada en la modernidad —Wolff2): la ontológica, que versa sobre la relación entre los diferentes entes, y la metafísica, que trata de la relación entre estos y su(s) principio(s). Sin embargo, y dado que podemos entender por Metafísica el discurso que desde el asombro por la efectividad de lo real se pregunta por su estructura, sea el objeto de esta la «efectividad» de la realidad como tal o la naturaleza de una región o fenómeno de la misma, con la pretensión de que sus análisis sean verdaderos (esto es, que den cuenta de lo que es, de modo que el descubrimiento de dicha estructura conlleva asimismo establecer qué «principios» la sustentan últimamente3), todo ejercicio filosófico que pretenda arrojar «verdades» debe aclarar antes su sustento, su filosofía «primera»4. De esta forma, cualquier discusión ontológica relativa a las entidades debe abrirse a una posterior explicitación metafísica que considere el fundamento originante de las mismas, tarea para la cual es casi imposible no tener que hacer uso del concepto análogo «ser»5.

Pero la Metafísica, como pretendida ciencia primera, vio truncada su hegemonía con la consolidación del proyecto moderno del pensar. No cabe duda que la obra kantiana no se entendería sin todo el legado moderno epistemológico que la precedió (que a su vez se retrotrae al pensamiento medieval), pero fue precisamente la «crítica» la que supuso para las aspiraciones de la Metafísica un importante punto de inflexión decreciente. Como dejó escrito al inicio de su Crítica de la Razón Pura, Kant entiende que la razón humana está asediada por una serie de cuestiones a las que no puede responder satisfactoriamente, siendo la Metafísica su campo de batalla6. Desde entonces la propia aspiración especulativa se ha visto obligada a hacer frente a reiteradas crisis de legitimidad, llegando incluso a tener que justificar su propia posibilidad.

Con todo, las preguntas siguen ahí, por mucho que no podamos resolverlas desde la mera razón (de hecho el mismo Kant procuró darles respuesta desde su uso «práctico»); por eso Zubiri puede sostener que «la metafísica es la definición “real” de lo que es la filosofía tomada en términos generales (...). La Metafísica no es una “parte” de la filosofía, sino que es materialmente idéntica a la filosofía misma»7. Esto significa que todo pensar humano debe, tarde o temprano, «habérselas» con la cuestión propiamente metafísica si de veras aspira a pensar el misterio de lo real. El imperativo metafísico se justifica por el propio darse del pensar.

La presente obra tiene por objeto un análisis del desarrollo de la cuestión de la analogía, entendida como el discurso sobre lo Absoluto desde lo finito, y su alcance metafísico en los representantes más destacados del (neo)tomismo trascendental. El renovado interés por la filosofía de Tomás de Aquino suscitado a raíz de la encíclica del papa León XIII Aeterni Patris (1879) dio pie a la creación de diversos centros de difusión e irradiación de la filosofía tomista, entre los cuales cabe destacar el Institut Supérieur de Philosophie de Lovaina (1889), centro fundado por el Cardenal Mercier en el que años más tarde irrumpió la obra de Joseph Maréchal. Dicho instituto no solamente buscaba recuperar el tomismo en su letra, sino que sobre todo procuró actualizarlo y hacerlo relevante a las preocupaciones filosóficas del momento. Así, el motivo que animó el proyecto de Maréchal fue el de coordinar en un mismo discurso metafísico las intuiciones del Aquinate y, precisamente, la crítica kantiana. Posteriormente, no pocos pensadores tomaron el modelo marechaliano de pensar la realidad como punto de referencia, dando lugar a relevantes sistemáticas siempre convergentes en el compromiso de consolidar una metafísica teísta de carácter trascendental.

En las páginas que siguen buscamos poner de relieve los fundamentos que sustentan su desarrollo y calibrar el alcance de sus afirmaciones. El interés fundamental de ello radica, a nuestro modo de ver, en el afán de coordinar una propuesta metafísica «fuerte» (es decir, que desentrañe la estructura fundamental de lo real, religando su sentido a un referente sustancial) desde el método trascendental. El giro copernicano operado por Kant comportó un reajuste de las pretensiones absolutistas de la Metafísica; esta quedaba circunscrita al terreno de lo ideal, lo que significaba que sus juicios no podían ser sintetizados al no provenir sus datos del mundo de lo sensible. Así, Dios aparecía en el horizonte de lo humano como un elemento fundamental para dar sentido...

Erscheint lt. Verlag 13.10.2016
Verlagsort Barcelona
Sprache spanisch
Themenwelt Geisteswissenschaften Philosophie Metaphysik / Ontologie
Schlagworte Filosofía Contemporánea • Historia de la Filosofía • Metafísica
ISBN-10 84-254-3971-X / 842543971X
ISBN-13 978-84-254-3971-1 / 9788425439711
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